29 junio, 2016

¡ ME CAGO EN SU EXCELENCIA ! - Suburbano



¡ ME CAGO EN SU EXCELENCIA !

Ha de saber su Excelencia
Que la cosa anda jodida
Que el hambre no da guarida
Y se acaba la paciencia.
Ante esta triste evidencia
Reniego del vasallaje
Y me lanzo al abordaje
Cagándome en su Excelencia.

En su Excelencia y de paso
Me cago en su beneficio
En su carácter fenicio
Y en el vino de su vaso.
En el juez y en su justicia
Por no ser ciega ni tuerta
Y dejar la puerta abierta
Al poder y su avaricia.

Y siguiendo el desacato
Me cisco en la Bula Santa
Porque con la muerte achanta
Al que no come en su plato
Que si malvado es Usía
Mas malo es quien le bendijo
Dándole casa y cobijo
Dentro de su sacristía.

Y también hay para el Rey
De este imperio sacro santo
Por ser el Rey del espanto
Aunque piense como un buey.
Si es más cruel nace garrote
Si más falso, relicario
Si más avaro, vicario
Si más Rey, tonto del bote.

Repartida la inmundicia
Entre Reyes de retrete
Ratas de toga y bonete
Y ladrones con franquicia,
Hoy apelo a mi conciencia
Y termino mi diatriba
Como empecé más arriba
Cagándome en su Excelencia...

27 junio, 2016

Adiós Reino Unido - Juan Gabalaui

"O" de oligarquía
Hace poco tiempo el pueblo griego dijo que no quería formar parte de una Unión Europea que la chantajeaba, maltrataba y gobernaba con mano de hierro. No hace falta desplegar a los ejércitos para doblegar a un país y humillarlo. Desempleo, pobreza, hambre y asfixia económica son razones suficientes como para no querer andar por el camino que marca la élite europea, que baila al son del gobierno alemán y las grandes instituciones económicas europeas y mundiales. El descontento de la población fue capitalizado por la izquierda de Syriza pero también por los fascistas de Amanecer Dorado, que con un discurso simple pero muy efectivo atrajo a muchos de los que se sienten perdedores en un sistema que les condena a los márgenes. La extrema derecha crece también en otros países, alimentada por esa Europa que traiciona sus principios fundacionales de justicia, solidaridad y democracia.

Hay razones suficientes para no formar parte de esa Unión. Los británicos han escogido las más mezquinas. La ultraderecha rancia y burda de Farage ha conseguido imponer su narrativa. Hace unos años un video de Farage criticando a la Unión Europea se convirtió en viral, retuiteado y compartido en Facebook hasta por personas que supuestamente son votantes de la izquierda. Esta narrativa es suficientemente potente como seducir hasta a aquellos que creen que no votarían nunca a un partido fascista. Gran parte de la clase trabajadora británica ha votado por salir de la Unión Europea. No son [todos] fascistas ni racistas ni tontos del culo, son gente maltratada por el sistema, desempleada, que vive una vida tan miserable que los cantos de sirena de los fascistas les suena a música celestial, esa que les dice que de esta manera van a recuperar el esplendor de antaño, la fuerza y la potencia de un imperio que se levanta orgullosa por encima del resto de naciones.

Sí, los hay racistas, fascistas e ignorantes pero categorizarles de esta manera evita que señalemos el contexto político, social y económico como principal responsable. Y este contexto tiene que ver fundamentalmente con los gobiernos británicos y, también, con los burócratas de Bruselas. Aunque el Reino Unido no es Grecia. Es un país privilegiado, una de las grandes potencias económicas del mundo, que se escucha y se valora entre la élite europea. Tanto como para condicionar muchas de sus decisiones políticas y económicas. A Grecia no se la escuchó. Se le dijo lo que tenían que hacer y punto. Aun así el pueblo británico sufre la misma alienación, la misma degradación social y el deterioro constante de los servicios públicos no ya que el pueblo griego sino que el resto de pueblos europeos. En este sentido el capitalismo depredador es la receta que se aplica en todos ellos. La miopía política de los votantes del brexit pasa por considerar que ellos solos saldrán de esto, como si sus futuros gobiernos fueran a aplicar otras políticas económicas diferentes.

Europa es en estos momentos la fuerza centrífuga capaz de expulsar a cada uno de sus miembros, si pudieran dar su opinión. Esa que mientras habla de justicia, solidaridad y democracia, retiene en campos de concentración a miles de refugiados en el corazón de Europa, les dispara impunemente en sus fronteras o permite que mueran ahogados en sus mares. La misma que permitió que varios países europeos maltrataran a la población gitana y les condenara a vivir en guetos, alejados del resto de la población. La misma que ha tolerado discursos del odio que criminalizan al diferente y le culpan de los grandes males de las sociedades europeas. La misma que ha participado en guerras fuera de sus fronteras que han provocado la muerte de miles de personas o que apoya y colabora con países que violan los derechos humanos como Arabia Saudí o Israel. La misma que se ha situado al lado de los bancos y de las entidades financieras sin importarles los efectos desastrosos que ha provocado en las vidas de las personas a las que dicen que representan.

El rechazo a esa Europa depredadora es de sentido común. El adiós del Reino Unido tiene el punto de mira desviado porque no es un adiós dirigido a modificar la situación precaria de la clase trabajadora británica y europea sino a quedarse solos, con la absurda esperanza de que de esta manera sus condiciones de vida mejorarán. Se equivocan al poner el acento en las personas, las que llegan a sus barrios buscando trabajo y una vida más digna que la que sufrían en sus países de origen. Es precisamente con ellas con las que hay que crear lazos, con las que hay que organizarse para configurar bloques de resistencia frente a este sistema. Farage, Johnson y compañía forman parte del mismo problema que ahora dicen rechazar. Son los que continuarán con las mismas políticas que les hacen sentirse perdedores y en los márgenes. Es una [des]esperanza, un burdo cuento cuyo final ya conocemos. Esta es la tristeza que me provoca el adiós del Reino Unido.

25 junio, 2016

Crítica libertaria a la izquierda del capitalismo - Miquel Amorós


Charla en la Cimade, Béziers (Francia), 29 de enero de 2016.
El capital ha proletarizado al mundo y a la vez ha suprimido visiblemente las clases. Si los antagonismos han quedado integrados, si ya no hay lucha de clases, entonces no hay clases. Y no hay sindicatos en el sentido genuino del término. En efecto, si el escándalo de la separación social entre poseedores y desposeídos, entre dirigentes y dirigidos, entre explotadores y explotados, ha dejado de ser la fuente principal de conflicto y las luchas transcurren dentro del sistema sin cuestionarlo, no hay clases en lucha, sino masas a la deriva. Los sindicatos, la carcasa de una clase disuelta, persiguen otro objetivo: mantener la ficción de un mercado laboral. El obrero es la base del capital, no su negación. Éste se adueña de cualquier actividad y su principio estructura toda la sociedad: realiza el trabajo, transforma el mundo en mundo de trabajadores. Fin de una clase obrera aparte, exterior y opuesta al capital, y generalización del trabajo asalariado. Adentro no hay más que una masa asalariada aunque no uniforme sino fragmentada: cada fragmento ocupa un escalafón en la jerarquía social con relación a su nivel de compra. Afuera, una masa excluida y desahuciada que pugna por reintegrarse. Cada capa queda definida por su capacidad de consumo. Las clases medias (middle class), resultado cuantitativo del escamoteo de los antagonismos sociales, se refuerzan pasando por encima de la antigua pequeña burguesía con las capas de asalariados diplomados ligados al trabajo improductivo. Han nacido con la racionalización y burocratización del régimen capitalista para desarrollarse gracias a la terciarización progresiva de la economía (y de la tecnología que la hizo posible). Existen en tanto conjunto de ejecutivos, cuellos blancos y funcionarios en medio de una sociedad de mercado. Cuando la economía funciona, todos ellos son pragmáticos, luego partidarios en bloque del orden establecido, o sea de la partitocracia. Denominamos partitocracia al régimen político adoptado habitualmente por el capitalismo. Es el gobierno autoritario de las cúpulas de los partidos (sin separación de poderes), la forma moderna de una oligarquía, que conlleva la formación de una burocracia autónoma con sus intereses propios y su clientela que ha hecho de la política su modus vivendi. Más que la burguesía, las clases medias ven al Estado como mediador entre la razón de mercado y la sociedad civil, o mejor, entre los intereses privados y sus intereses particulares presentados como públicos. Y precisamente la separación entre lo público y lo privado es lo que dio lugar a la burocracia administrativo-política, parte esencial de las clases medias. El Estado partitocrático determina de alguna forma su existencia privada. En condiciones favorables, las que permiten un modo de vida consumista, dichas clases no están politizadas ; es la crisis del llamado Estado del bienestar lo que determina su politización. Entonces los partidos originados por la crisis hablan en nombre de toda la sociedad, teniéndose por su representación más auténtica.
Nos encontramos inmersos en una crisis que no sólo es económica sino total: es la crisis del capitalismo. Se manifiesta tanto en el plano estructural en la imposibilidad de un crecimiento suficiente, como en el plano territorial con los efectos destructores de la industrialización generalizada. Las consecuencias son la multiplicación de las desigualdades, la exclusión, la contaminación, el cambio climático, las políticas de austeridad y el aumento del control social. Durante la fase de globalización (cuando ya no existe clase obrera) se produce de forma muy visible un divorcio entre los profesionales de la política y las masas que la padecen. La distancia pesa más cuando la crisis alcanza y empobrece a las clases medias, la base sumisa de la partitocracia. La crisis considerada sólo bajo su aspecto político es una crisis del sistema tradicional de partidos, y por descontado, del bipartidismo. La corrupción el amiguismo, la prevaricación, el despilfarro y la malversación de fondos públicos solamente resultan escandalosos cuando el paro, los recortes, las bajadas salariales y la subida de impuestos alcanzan a dichas clases. Entonces, los viejos partidos no bastan para garantizar la estabilidad de la partitocracia. En los países del sur de Europa la ideología ciudadanista refleja perfectamente su reacción desairada. Contrariamente al viejo proletariado, que planteaba la cuestión en términos sociales, el ciudadanismo la plantean exclusivamente en términos políticos. 

Así pues, han de recurrir al lenguaje dominante, el de la dominación, usando de preferencia el vocabulario progresista y democrático que mejor corresponde con su universo mental. Los partidos ciudadanistas hablan en representación de una clase universal que no es el proletariado sino la ciudadanía, cuya misión consistiera únicamente en corregir una democracia de mala calidad. Consideran la democracia, es decir, el sistema parlamentario de partidos, como un imperativo categórico. El ciudadanismo es un democratismo legitimista que reproduce tópico por tópico al liberalismo burgués de antaño y con mucho alarde verbal trata de correrlo hacia la izquierda. No olvidemos que mucha crema fundadora de los nuevos partidos proviene del estalinismo y del izquierdismo, para la cual los nuevos valores democráticos no son más que la trasmutación de viejas cantinelas vanguardistas realmente desahuciadas. Formalmente pues, se sitúa en la izquierda del sistema. Es la izquierda del capitalismo.
La mayoría de los nuevos partidos y alianzas, dirigidos fundamentalmente por enseñantes y abogados, inspirándose en el cambio de rumbo de la izquierda convencional latinoamericana, o lo que viene a ser lo mismo, identificando las instituciones como el escenario clave del cambio liberador, en realidad tratan de cambiar una casta burocrática mala por otra buena recuperando a los electores moderados de izquierda o de derecha, algo en lo que siempre habían fracasado el neoestalinismo y el izquierdismo europeos. Aspiran a desempeñar el papel de una nueva socialdemocracia, bien constitucionalista o bien separatista. La revolución ciudadanista empieza y termina en las urnas, por lo que reformas electorales, jurídicas o constitucionales (la transformación del régimen de 1978) dependen de los resultados y las combinaciones parlamentarias. Se ha de conseguir nuevas mayorías políticas, o como se dice, asegurar la gobernabilidad, ya que nadie desea una ruptura social, aun al precio de conjurarla con una ruptura nacional. La desmovilización, el oportunismo y la rápida burocratización que ha seguido a las diversas campañas demuestra esto: los agitadores de la víspera se vuelven con celeridad gestores responsables. La izquierda del capital se dio cuenta de que el Estado es esencial para el capitalismo y de que en periodos de expansión económica tal dependencia permite políticas sociales: algo de neokeynesianismo a las prácticas neoliberales que requieren respaldo estatal. 

Estamos frente al renacimiento del Estado nacional: un Estado social pretendidamente soberano en el marco de una Europa de los mercados. La defensa del Estado es la prioridad máxima del ciudadanismo, de ahí su estrategia de asalto a las instituciones, ridículo sucedáneo de la toma del poder leninista, que se apoya sobre todo en los electores conformistas decepcionados con los partidos de siempre y subsidiariamente en los movimientos sociales manipulados. Aunque la crisis no pueda superarse, puesto que es «una depresión de larga duración y alcance global» según dicen los expertos, la reconstrucción del Estado como asistente y mediador quiere demostrar que se puede trabajar para los mercados desde la izquierda.
En definitiva, no se trata de cambiar la sociedad sino de administrar el capitalismo –dentro o fuera de la eurozona- con el menor gasto y la menor represión posible para las clases medias. Demostrar que una vía alternativa de acumulación capitalista es posible y que el rescate de las personas es tan importante como el de la banca, es decir, que el sacrificio de dichas clases no solamente es necesario, sino que no habrá desarrollo ni mundialización sin ellas. Se quiere aumentar el nivel de consumo popular, no transformar la estructura productiva y financiera. Por consiguiente, se apela a la eficacia y al realismo, no a los cambios bruscos y las revoluciones. El diálogo, el voto y el pacto son las armas ciudadanistas, no las movilizaciones o las huelgas generales. Diálogo directo con el poder, diálogo virtual con las susodichas «personas». Las clases medias son más que nada clases no violentas e informatizadas: su identidad queda determinada por el miedo y la red. En estado puro, o sea, no contaminadas por capas más permeables al racismo o la xenofobia tales como los agricultores endeudados, los obreros desclasados y la canalla lumpen, no quieren más que un cambio tranquilo y pausado hacia lo mismo desde dentro. Por otra parte, en estos tiempos de reconversión económica, de extractivismo y de austeridad, los partidos ciudadanistas han de contentarse con actos institucionales simbólicos, ya que su capacidad de resolución de problemas sociales es muy poca. Dependen de la coyuntura mundial, del Mercado, y éste no les es favorable y probablemente no lo será en el futuro. En resumen, su posición ante las cámaras ha de esconder su falta de resultados cuanto más tiempo mejor, a la espera o más bien temiendo la formación de otras fuerzas más decididas en un sentido (un totalitarismo mucho más duro) o en otro (la revolución).
El capitalismo declina pero su declive no se percibe igual en todas partes. No se ha considerado la crisis como múltiple: financiera, demográfica, urbana, ecológica y social. Ni se tiene en cuenta que las guerras periféricas son responsabilidad de la mundialización capitalista. En el Sur de Europa la crisis se interpreta como una amenaza económica y un problema político. En el Norte tiende a tomarse como una invasión musulmana y una amenaza terrorista, o sea, como un problema de fronteras y de seguridad. Todo depende del color, la nacionalidad y la religión de los working poor. La división internacional del trabajo concentra la actividad financiera en el Norte y relega el Sur al rango de una extensa zona residencial y turística. Por eso el Sur es mayoritariamente europeista y opuesto a la austeridad; el Norte es todo lo contrario. La reacción mesocrática es contradictoria, pues por una parte la ilusión de reforma y apertura domina, pero, por la otra, se impone el modo de vida industrial en burbuja y la necesidad de un control absoluto de la población, lo que significa un estado de excepción «en defensa de la democracia». Las mismas clases votan al ciudadanismo en un sitio y a la extrema derecha en el otro. Los libertarios han de denunciar este estado de cosas intentando construir movimientos de protesta autónomos en el terreno social y cotidiano a defender. La abstención es un primer paso hacia la secesión del sistema. La perspectiva política puede superarse mediante un cambio radical –o mejor una vuelta a los comienzos– en el modo de actuar y en la manera de vivir apoyándose aquellas relaciones extramercantiles que el capitalismo no ha podido destruir o cuyo recuerdo no ha borrado. También mediante un retorno a lo sólido en el modo de pensar: la crítica de la concepción burguesa posmoderna del mundo es más urgente que nunca pues no es concebible un escape del capitalismo con la conciencia colonizada por los valores de su dominación. La necesaria desculturación (desalienación) que destruya todas las identidades de guardarropía que nos ofrece el sistema, ha de cuestionar seriamente el parlamentarismo, el Estado, la idea de progreso, el desarrollismo, el espectáculo… pero no para ofrecer versiones «antifascistas» de todo ello. Tampoco se trata de elaborar una teoría única con respuestas y fórmulas para todo, una especie de moderno socialismo de cátedra, o de forjar una entelequia (pueblo fuerte, clase proletaria, nación) que justifique un modelo organizativo arqueomilitante y vanguardista, o de regresar literalmente al pasado, sino, insistimos, se trata de salirse del universo mental y material del capitalismo inspirándose en el ejemplo histórico de experiencias convivenciales no capitalistas. La obra revolucionaria tiene mucho de restauración
Es verdad que las luchas anticapitalistas aún son débiles y a menudo recuperadas, pero si aguantan firme y rebasan el ámbito local pueden extenderse lo suficiente para echar abajo la vía institucional junto con el modo de vida esclavo que la sostiene. La crisis todavía es una crisis a medias. El sistema ha tropezado con sus límites internos (estancamiento económico, restricción del crédito, acumulación insuficiente, descenso de la tasa de ganancia), pero no lo bastante con sus límites externos (energéticos, ecológicos, culturales, sociales). Hace falta una crisis más profunda que acelere la dinámica de desintegración, vuelva inviable el sistema y propulse fuerzas nuevas capaces de rehacer el tejido social con maneras fraternales, de acuerdo con reglas no mercantiles (como en Grecia), amén de articular una defensa eficaz (como en Rojava). No obstante, la crisis en sí misma conduce a la ruina, no a la liberación, a menos que la exclusión se dignifique y tales fuerzas concentren un poder suficiente al margen de las instituciones. La estrategia actual de la revolución (el uso de la exclusión y las luchas en función de un objetivo superior) ha de apuntar -tanto en la construcción cotidiana de alternativas como en la pelea diaria- hacia la erosión de cualquier autoridad institucional, la agudización de los antagonismos y la formación de una comunidad arraigada, autónoma, consciente y combativa, con sus medios de defensa preparados.
Los libertarios no desean sobrevivir en un capitalismo inhumano con rostro democrático y todavía menos bajo una dictadura en nombre de la libertad. No persiguen fines distintos a los de las masas rebeldes, por lo tanto no deberían organizarse por su cuenta dentro o fuera de las luchas. No reconocen como principio básico de la sociedad un contrato social cualquiera, ni la lucha de todos contra todos; tampoco la fundan en la tradición, el progreso, la religión, la nación o la naturaleza. El comunismo libertario es un sistema social caracterizado por la propiedad comunal y estructurado por la solidaridad o ayuda mutua en tanto que correlación esencial. Allí el trabajo –colectivo o individual- nunca pierde su forma natural en provecho de una forma abstracta y fantasmal. Las tecnologías se aceptan mientras no alteren el funcionamiento igualitario y solidario de la sociedad. La estabilidad va por delante del crecimiento, y el equilibrio territorial por delante de la producción. Las relaciones entre los individuos son siempre directas, no mediadas por la mercancía, por lo que todas las instituciones que derivan de ellas son igualmente directas, tanto en lo que afecta a las formas como a los contenidos. Las instituciones parten de la sociedad y no se separan de ella. Es la hora de una nueva sociedad histórica libre de mediaciones alienantes y de trabas, sin instituciones que planean por encima, sin trabajo-mercancía, sin mercado y sin trabajadores asalariados. El proletariado existe únicamente en el capitalismo a causa de la división entre trabajo manual y trabajo intelectual. Igual pasa con las conurbaciones, fruto de la separación absurda entre campo y ciudad. Una sociedad autogestionada no tiene necesidad de empleados y funcionarios puesto que lo público no está separado de lo privado. Ha de dejar la complicación a un lado y simplificarse. Una sociedad libre es una sociedad fraternal, horizontal y equilibrada, desestatizada, desindustrializada, desurbanizada y antipatriarcal. En ella el territorio recobra su importancia perdida, pues contrariamente a la actual, será una sociedad con raíces.

21 junio, 2016

La farsa de la democracia

Ali Manzano
El 26 de Junio el Estado español volverá a representar la misma obra que viene representando cada cierto tiempo desde que los herederos políticos del Dictador y la socialdemocracia de Carrillo y González pactaran lo que se denominó la “Transición” española, que no es otra cosa que la adaptación del franquismo a las exigencias políticas y económicas del capitalismo globalizante, y que garantizaba el mantenimiento de los privilegios de la oligarquía franquista reconvertida en democrática.
En esta nueva ocasión, cambian los actores, pero el guión sigue siendo el mismo, los directores y productores de la obra también son los mismos: la oligarquía económica. Pero ante el agotamiento de la obra –parte del público ha perdido interés por haberla visto muchas veces y conocer el final– han decidido introducir nuevos actores y remozar el guión con un nuevo lenguaje para despertar el interés del público.
Pero no nos engañemos, todo está atado y bien atado como dijo el Dictador para que nada cambie tras las elecciones, independientemente de quién sea el ganador. Quien tiene el poder económico y mediático también tiene el político y puede decidir qué partidos tienen opciones de éxito y cuáles no. Financiación y presencia en los medios son imprescindibles para encarar una campaña electoral con un mínimo de posibilidades de éxito.
Y aquí comienza la farsa; todos los partidos con posibilidades de conseguir escaños en el Congreso y el Senado comparten los mismos criterios en las cuestiones fundamentales:
Unidad de España. Con matices, con dialécticas diferentes, con estrategias distintas, asumiendo cambios estéticos para que las burguesías de los territorios que tienen conciencia nacional puedan justificar su permanencia en el Estado español sin perder peso político en su territorio. Pero lo que este concepto de “unidad de España” esconde y se quiere mantener oculto, es la necesidad de la oligarquía estatal y globalizada, de la “Unidad de mercado” para que no se pongan en riesgo sus beneficios empresariales.
Constitución del 78. Ninguno de los partidos que tendrán presencia en el Congreso y Senado se plantea la derogación de la Constitución del 78. Es el marco legal que posibilita las políticas contra las clases populares y garantiza los privilegios de la oligarquía. Ninguna reforma de calado es planteada.
Unión Europea. En este punto también existe una “comunión” absoluta entre todos los partidos, a pesar de que en otros países miembros de la UE hay voces críticas y posiciones de formaciones políticas abiertamente contrarias a la UE.
Euro. A pesar de que la pertenencia al “espacio euro” resta soberanía al Estado, al delegar las competencias sobre cuestiones monetarias en el BCE, lo que supone la aceptación de medidas económicas adoptadas fuera del Estado y ajenas a la voluntad política de los ciudadanos, ningún partido propone la salida.
Pago de la deuda. Es el principal problema del Estado español y de todas sus instituciones. Las presiones de la troika motivaron un cambio en la Constitución española para dar prioridad al pago de la Deuda en los presupuestos anuales. El Pacto Fiscal Europeo limita el déficit estructural al 0,5% del PIB y restringe la Deuda Pública al 60% del PIB, lo que supone que gobierne quién gobierne, el Estado español tendrá que afrontar nuevos recortes en gastos sociales y en inversiones para cumplir sus compromisos. Recortes, que como siempre, pagarán las clases más desfavorecidas, gracias a un régimen fiscal que favorece a las grandes fortunas y a empresas multinacionales, y que ningún partido se ha comprometido a solucionar, más allá de demagogias publicitarias imposibles de cumplir en el actual marco político-económico.
Monarquía. Se hace incuestionable, condición sinequanum para participar en la farsa, como lo demuestra el hecho de que hasta IU ha tenido que renunciar a sus señas de identidad como es el republicanismo para integrarse en Podemos y no desaparecer del mapa político.
OTAN. Tras el fichaje del ex-JEMAX Julio Rodríguez por Podemos y el dedazo para colocarlo en las listas al Congreso por Almería, no queda ya ninguna duda sobre el posicionamiento de la “izquierda sistémica” respecto a la OTAN y a la política internacional de supeditación a los intereses de los EEUU. La coincidencia entre la derecha y la izquierda del Régimen es absoluta en un tema de vital importancia de cara a la geopolítica norteamericana.
Nacionalizaciones. Instrumento político que devuelve la soberanía económica al pueblo, y le hace propietario de los recursos de su territorio o de los servicios esenciales. Todos han renunciado a esta herramienta política, aceptando de hecho el expolio a la población trabajadora por parte de las grandes compañías beneficiarias de las privatizaciones que en su día concedieron los distintos gobiernos del Estado.
Gane quien gane las próximas elecciones, el Capitalismo español está a salvo; nadie va a poner en peligro sus privilegios ni sus beneficios. Como podemos ver, todos los partidos que se presentan a las elecciones y tienen presencia mediática: PP, PSOE, Podemos y C’s, coinciden en todos los temas de calado, en todos los que van definir y limitar las políticas que se implementen después del próximo 26-J. Las diferencias entre unos y otros son simplemente estéticas o en cuestiones que no ponen en peligro la hegemonía de clase.
¿Cómo se instrumentaliza la farsa?
Tras el agotamiento del Régimen del 78 por la crisis estructural del capitalismo y de credibilidad del mismo sistema, inmerso en casos de corrupción que salpica a a todos los partidos que han tenido responsabilidad en las instituciones del Estado, y con una protesta social que iba en aumento, se hacía necesaria una nueva transición para sofocar las inevitables protestas sociales y el desapego de las clases populares de la clase política.
La primera medida fue cambiar la cúpula del Estado, cambiando al viejo monarca, salpicado por innumerables casos de corrupción y por actuaciones grotescas, por su hijo Felipe. La segunda medida está siendo la renovación de la clase política, introduciendo nuevos partidos y nuevas caras que vuelvan a enganchar a la gente a los procesos electorales, legitimando de esta manera a los gobiernos que salgan de las urnas y de paso, acallar las protestas sociales que deberían ir in crescendo por la voracidad de la crisis.
De esta forma, igual que en la primera transición se le ofreció la entrada en el juego político y los privilegios que ello conlleva al PSOE y al PC, tras la eliminación física por asesinato o encarcelamiento de miles de militantes antifranquistas, en esta segunda transición se ha invitado a la mesa del poder a dos nuevas formaciones como recambio de las obsoletas e inservibles. Podemos y Ciudadanos son los recambios que deben garantizar la continuidad del Régimen y del Teatro que haga posible la creencia de estar en un sistema democrático con partidos antagónicos en disputa por modelos políticos distintos.
Los medios de comunicación, todos en manos de la misma clase social, todos defendiendo un mismo modelo de Estado y un idéntico modelo económico, son los encargados de colocar los focos sobre el escenario, de transmitir una ilusión óptica y psíquica que nos haga creer en la disputa partidista, en la posibilidad de alcanzar cambios sociales que beneficien a las clases populares, a través de los procesos electorales que controlan y dirigen las oligarquías económicas.
En los eventos deportivos, para que estos tengan audiencia y beneficios, se busca la implicación de la gente, la identificación con alguno de los contendientes; o vamos con el Madrid o con el Barça, con Alonso o con Hamilton, con Nadal o con Federer. Hay que manipular el subconsciente para que nos consideremos “parte de”, partícipes en el juego, protagonistas de algo que solo vemos delante de un televisor. No nos damos cuenta ni nos lo planteamos, pero tras un partido de futbol, “hemos ganado”, o “hemos perdido”, aunque no seamos de la misma ciudad de los contendientes, ni les conozcamos, ni hallamos practicado nunca deporte alguno.
En la política electoral ocurre lo mismo. A través de la televisión, radio o prensa escrita, nos meten en nuestras casas las disputas, peleas, insultos y reproches entre partidos, nos convencen de que representan modelos distintos, poniendo sobre la mesa disputas sobre temas que no cuestionan el sistema, ni a su funcionamiento ni a las clases favorecidas. Mediante la continua representación del espectáculo político, inconscientemente nos vemos tomando partido por uno o por otro de los contendientes, creando vínculos psicológicos y complicidades que nos llevan a justificar acciones, que nos velan la realidad existente fuera de los platós de TV y del mundo que nos muestran los diarios.
En una democracia burguesa, el control de los medios de comunicación es fundamental para el éxito electoral. Por ello la disputa entre los partidos por el control de los medios o por conseguir el favor de ellos se establece como una de las prioridades fundamentales, lo que demuestra que el voto no es libre, que está altamente influenciado y dirigido por los medios de comunicación, por los llamados “creadores de opinión” y por las grandes agencias de información que deciden qué es noticia y qué no.
En un Estado donde no existe Democracia económica porque los medios de producción están controlados por una minoría, al igual que los medios de información, no puede haber Democracia política porque la desigualdad entre clases crea un modelo de sometimiento económico, cultural y social que impide el ejercicio libre de una Democracia que haga honor a su significado: “gobierno del pueblo”.

17 junio, 2016

Francia paralizada por una huelga indefinida silenciada en España.

14/6/2016 • PARIS : LE RÉVEIL DE LA FORCE 



Alex L 14 Junio 2016 



Francia está harta. El descontento por las medidas liberales llevadas a cabo por los socialistas de Hollande ha acabado hartando más que las reformas de gobiernos propiamente de derechas, como pasara con Tony Blair. También ocurrió con nuestro Zapatero. No olvidemos que el 15-M estalló en contra del gobierno del PSOE.



El Frente Nacional de ultraderecha estaba canalizando dicho descontento, la Nuit Debout socialiberal hace poco se lanzó a la calle y ahora es algo que trasciende a ambas: una huelga indefinida que ha paralizado los sectores estratégicos del país galo. Por supuesto, en España se informó de las dos primeras vías de canalización política, pero no de esta última, no vaya a ser que alguien deje de demonizar el sindicalismo de verdad en nuestro país.


Paralización de un país



Nuestro país vecino está logrando enfrentar la reforma laboral mientras aquí se nos acumulan en el cajón de cosas para derogar. La huelga indefinida se extiende desde las protestas iniciadas masivamente en abril hasta junio y julio, Eurocopa mediante, abarcando distintos sectores productivos. Los controladores aéreos han bloqueado parte del espacio aéreo y varios aeropuertos, así como los pilotos de la privatizada Air France -que harán huelga durante la misma Eurocopa y ya paran el 20% de los vuelos-. Todo esto produce el bloqueo del transporte junto a la acción de los empleados de ferrocarriles de SNCF, que están muy movilizados en las protestas (mientras aquí están privatizando a precio de saldo AENA, RENFE y ADIF, y nos da igual). También tienen lugar cortes de carreteras y literales desmantelamientos de vías ferroviarias. Son de los sectores más fuertes en los paros junto a las refinerías de petróleo y los empleados de depósitos de carburante, que bloquean la entrada y han logrado dejar regiones enteras de Francia sin gasolineras activas (obligando al Gobierno a buscar en las reservas del país).



Se unieron a principios de este mes los sectores de estibadores y personal portuario, dejando sin astilleros y embarcaderos operativos gran parte de la costa.Los trabajadores de limpieza urbanos y de plantas de tratamiento y procesamiento de los residuos se han sumado a una huelga que ya es más grave para el establishment político-económico del país y de su entorno en décadas (incluida la patronal española) que las huelgas generales de UGT y CCOO en mucho tiempo. Otros almacenes como los alimentarios también empiezan a ser bloqueados, incluyendo mercados de alimentos. La patronal ya ha salido a llamar terroristas a los huelguistas. Nada nuevo bajo el Sol


2 La huelga Robin Hood



Del mismo modo, la huelga ha llegado al sector nuclear, de fuerte implantación en la producción energética de Francia, produciendo cortes y racionamientos eléctricos en multitud de provincias. Según los medios franceses -no esperen ver medios a los españoles informando salvo que interfiera con la Eurocopa-, los trabajadores de las plantas están cortando la electricidad a los ricos y empresas para conectarla a los pobres.


Esta peculiaridad está llamando la atención en todo el país puesto que no podría haber mejor mecanismo para que los poderosos se den cuenta de que ya cayó el Antiguo Régimen y deben gobernar para el pueblo, que el hecho de que noten en sus carnes los efectos de la huelga. Mientras, en España se llamaba terroristas a los que realizaban escraches. 


Los obreros franceses de la electricidad están siendo los más fuertes a la hora de ganar apoyos de las clases populares, han ampliado la huelga y han cortado la luz de los actos gubernamentales más mediáticos, ganando visibilidad y asestando duros golpes simbólicos a Hollande.



3 Sindicalismo


El sindicato de referencia en esta huelga es la CGT, de los mayoritarios en Francia. Han convocado una huelga general masiva para este 14 de junio. Su movilización está siendo tan grande como en las precedentes, pues el movimiento sindical francés es bastante más combativo que el de sus vecinos europeos. En la última gran movilización superó el millón de personas protestando en las manifestaciones.

En los medios de comunicación españoles Francia aparece en los telediarios tan solo para mencionar las inundaciones de París, nada más. El descaro es real. La huelga está siendo reprimida con dureza, llegando las fuerzas del orden a gasear manifestantes y encarcelar sindicalistas. El Gobierno francés ya está valorando militarizar el país y confiscar salarios de los trabajadores en huelga en sectores clave, bajo pena de prisión. Próxima parada: la Francia de Vichy.

4 Ley del trabajo



Hollande y sus liberales encabezados por el barcelonés primer ministro de Francia, Manuel Valls, han decidido acabar con la jornada laboral de 35 horas. De hecho, el salario en Francia es de media el doble que en España, pero nuestro país sufre un terrible síndrome de desclasamiento. Del mismo modo que con las reformas llevadas a cabo en España, esta ley dejaría en papel mojado los convenios colectivos y reduce drásticamente la indemnización por despido.

Además debido al escaso apoyo del que dispone François Hollande entre la población, rondando el irrisorio 10%, ha llevado a que la huelga tenga un apoyo mayoritario, logrando recaudar miles de euros para espolear a los huelguistas. La reforma de la Ley del trabajo llevaría a los trabajadores franceses a lo que la Troika ya ha impuesto a los países del sur: la precarización de las condiciones laborales y de los derechos de los obreros. Ahora también Francia.

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16 junio, 2016

"El progresismo “alternativo” ha acabado siempre picando en el mismo cebo" - Agustín García Calvo


“No: no puede usted quedarse tan tranquilo con no votar en estas Elecciones, con no participar positivamente con su voto en este tejemaneje y en el sempiterno recuento de la Mayoría, no: la institución de las Elecciones y del Voto es demasiado importante y fundamental para el Dominio como para que nos podamos contentar con eso”. (Extracto de “Farsa periódica”, Agustín García Calvo)
A quienes a sí mismos se consideran “progresistas”, término que hoy se ha convertido en vago sinónimo de “izquierdistas”, la abstención les irrita en grado sumo, mucho más cuando -como en esta ocasión- creen que el cálculo electoral pudiera resultarles favorable y que, por tanto, “el cambio” lo tienen al alcance de la mano. Ignoran la infinidad de veces que esta situación se ha repetido a lo largo de los casi tres siglos de historia del sistema hoy dominante. Prefieren ignorar que los márgenes del “cambio” están prefijados de antemano, que precisamente en eso consiste la fortaleza y durabilidad del aparato dominante. Los ilusionados progresistas renuevan en cada elección su inquebrantable fe sistémica, participando con un entusiasmo que ciega todo análisis reflexivo, que les impide ver el truco de magia que se produce ante sus narices. No quieren ver que forman parte del sistema, que padecen el síndrome de Estocolmo, que actúan a favor de quienes han secuestrado sus conciencias. Tienen fe en la magia del sistema y creen que éste les permitirá dar el salto del patio de butacas al escenario del poder, donde tiene lugar la mágica representación de la democracia burguesa.
Los dos socios de la gran confluencia sistémica, Mercado y Estado, tienen un destino que es fallido por principio, abocado a la crisis permanente, condenado a la intrascendencia por su naturaleza inmanente y contradictoria, que fundamenta su existencia en la ilusión de ilimitados recursos naturales –lo que le hace materialmente insostenible y autodestructivo– y en la certeza de una ilimitada sumisión de las masas, con la que aseguran un resultado siempre favorable.
Aun así, el progresismo “alternativo” ha acabado siempre picando en el mismo cebo de la esperanza futurista, en un desarrollismo economicista siempre atrapado en el juego electoral. Compiten por la eficiencia en la gestión capitalista del Estado, prometen un capitalismo mejor, más verde y más justo, prometen un Estado pacificador, que resuelva la guerra de clases a cambio de algunas concesiones a las que llaman derechos, un poco más de capacidad adquisitiva, lo suficiente para tranquilizar a la masa consumista sin poner nunca en riesgo la tasa de beneficio de la explotación capitalista, ni la nómina del Estado que se nutre de los impuestos al trabajo asalariado, de la que viven las clases dirigentes, militares, políticas, financieras, funcionariales, bancarias, intelectuales y empresariales. Reservan el paraíso comunista, sin clases, para el más allá. Son “realistas”, saben lo que quieren las mayorías porque ellos han contribuido como nadie en su amaestramiento. Reservan el comunismo para el Mas Allá. En la “vida real”, el máximo que cabe es socialdemócrata, un liberalismo descamisado y campechano, siempre con sentido de Estado, el mismo aparato de dominación, pero de cara más amable, que haga más soportable la sumisión y garantice la paz social.
Así, las dos versiones originales del desarrollismo materialista, la liberal y la marxista, se igualan como co-titulares legítimos del sistema dominante, bajo la excusa de crear cada uno el  empleo y bienestar que destruye el otro. El resultado no puede ser otro que una progresiva identidad en  hechos y programas, a sabiendas de que éstos sólo son útiles para plasmar diferencias aparentes, sólo formales, las necesarias para la escenificación de la farsa democrática.
Hay una devastación de mayores proporciones y trascendencia, que nunca reconocerá el progresismo mientras siga siendo cómplice del sistema: es la devastación de los valores humanos, la anulación sistemática de la individualidad, lograda por el aparato de dominación a través de su complejo y sofisticado sistema de adoctrinamiento, que ha alcanzado su máxima perfección al conseguir que cada ciudadano sea tan policía de los demás como de sí mismo, al servicio de quienes, en cada campaña electoral, prometen compensarle por ello, desde la izquierda o desde la derecha del poder.
Abstenerse de participar en esta farsa es así una cuestión de ética básica, de principio moral y prepolítico. Pero, con todo, la abstención es muy insuficiente si no va acompañada de un cambio simultáneo en pensamiento y en obra. Se trata de una lucha titánica contra el sistema en su totalidad, una lucha que empieza por subvertir la mala educación en la que somos instruidos cada día, a través del aparato institucional del poder, de los partidos políticos, de los medios de comunicación, de los sistemas productivo, educativo y sanitario, de la mercantilización y banalización normalizada de la vida humana. Se trata de reconstruir simultáneamente la individualidad y la comunidad, las que son impedidas por todos los medios que el aparato dominante tiene a su alcance. Hay que mantener y alentar la disidencia individual y colectiva, hay que hacerlo siempre, pero más aún cuando sistemáticamente es neutralizada por los partidos “progresistas” que se encargan de reintegrarla, por vía electoral, al redil del sistema, como ahora está sucediendo, una y otra vez más, en un bucle mil veces repetido, la misma farsa democrática.
No deberíamos andar en ésto con paños calientes, hay que decir a los creyentes sistémicos que su voto no es superfluo, hay que decirles a la cara que su voto es muy importante, que es trascendente, vital para el sustento y reproducción del sistema dominante. Hay que decirles que su voto es sustancialmente reaccionario, irresponsable y cómplice, que impide la autoconstrucción del pueblo como sujeto político, que su voto se opone al proyecto democrático y al proceso revolucionario necesario a tal proyecto. Que los programas, como los votos, son de papel y se los lleva el viento, que no es cuestión de “programa, programa, programa”, sino de “principio, principio, principio”.
Pero la abstención sigue siendo muy insuficiente si no va acompañada del esfuerzo reflexivo que es necesario para un buen diagnóstico. Es insuficiente sin afrontar la batalla de ideas en la que hoy se libra el combate entre reacción y revolución, entre el demofascismo triunfante y la sublevación democrática. Es insuficiente sin acometer la organización autónoma del pueblo, al margen y en contra del aparato institucional que le sirve de fortaleza a la dominación estatal-capitalista.
Sé, por propia experiencia, lo que cuesta entenderlo. Sé que, como todo en la vida, es cuestión de necesidad, de voluntad y de tiempo. Nos iremos encontrando según vayamos haciendo ese camino, que no existe previamente, que hay que hacerlo. Como decía Agustín García Calvo, el pueblo no tiene futuro porque nunca muere, por eso no tiene futuro, porque para existir tiene que irlo haciendo: “imagine lo que sentimos de los líderes y sindicatos que proclaman por las paredes Sin empleo no hay Futuro, haciéndoles el caldo gordo a los Productores de la Nada y Creadores de Puestos de Trabajo”.

13 junio, 2016

Farsa periódica - Agustín García Calvo



No votar, por supuesto. Pero las cosas han llegado a tal extremo, el Desarrollo se ha desarrollado tanto, que ese NO de "no votar" se ha quedado demasiado corto; que con la abstención no basta (y hasta puede tranquilizarle baratamente la conciencia, y que crea V. que con abstenerse ya está haciendo "algo positivo", o sea, en definitiva, votando a su manera), y que hace falta inventar maneras más eficaces de decirle NO a esta periódica farsa y estafa milmillonaria con que el Poder aburre y entretiene juntamente a su Masa de Personas.
La abstención, mire usted, no puede ser un método suficiente, porque nunca puede llegar a ser tanta (digamos: menos de un 15% de votantes entre los censados, menos de un 5% de la población) que los dejara a Ellos, como se dice, en bragas, y denunciara por sí misma el engaño y que la gente se ha dado cuenta de que las Elecciones y Votaciones pertenecen íntegramente al Aparato del Poder y que a la gente no le sirven para nada (para nada más que para dejarse convertir en Masa de Personas).
Y a lo mejor se hace usted ilusiones al respecto, y sueña con esas tasas de abstención del 80 y tantos % o del 90. Pero no se las haga usted: ese camino está cerrado. Cierto que nos cuentan que en Estados Unidos, donde no en vano llevan padeciendo el Régimen más tiempo, se han alcanzado en ocasiones tasas halagüeñas, como del 30 y pocos % de votantes; pero eso lo más que puede mostrarle es la potencia del engaño, y cómo el Estado (o sea, el Capital) puede llegar a arreglárselas con margen tan escaso para seguir como si nada, haciendo creer que Él representa al pueblo y que en las votaciones se expresa la voluntad del pueblo.
Pues no: a pesar del inestimable apoyo de los sencillamente perezosos (que es también una legítima manifestación del hastío y del escepticismo popular, y sin ellos poco íbamos a hacer los abstencionistas a conciencia), con todo, la abstención no puede llegar a ser tanta, por la propia ley de las Mayorías: así como, dentro de la votación, la Mayoría vota siempre lo que está mandado (y en esa seguridad se funda el Régimen Democrático), así también, antes de la votación, aquellas personas de la Masa que tengan que decidir si votar o si no votar, acabarán siempre, en su mayoría, yendo a votar, como está mandado y como es natural y conforme a las conciencias respectivas. Así que...
No: no puede V. quedarse tan tranquilo con no votar en estas Elecciones, con no participar positivamente con su voto en este tejemaneje y en el sempiterno recuento de la Mayoría, no: la institución de las Elecciones y del Voto es demasiado importante y fundamental para el Dominio como para que nos podamos contentar con eso.
Hace falta encontrar maneras más ingeniosas y eficaces de decir NO a la Votación en bloque, NO al Sistema Democrático entero y en su pleno desarrollo, de hacer ver cómo la gente se vuelve de espaldas a esa fúnebre fiesta y se dedica en tanto (como si no retumbaran los bombos ni relampaguearan los mascarones) a seguir con sus inventos y tareas por acá abajo.
Y a buscar con nosotros esos métodos de decir NO es a lo que esta Agencia, modesta en sus contingentes, pero no en sus ambiciones, le está invitando por el presente anuncio.
Ya se irán encontrando. El camino se hace; precisamente por eso "no hay camino". Imagine lo que sentimos de los líderes y Sindicatos que proclaman por las paredes "Sin empleo no hay Futuro", haciéndoles el caldo gordo a los Productores de la Nada y Creadores de Puestos de Trabajo.
Pero el pueblo no tiene Futuro. Porque es que, a diferencia de Usted y de un servidor, el pueblo nunca muere. Por eso no tiene Futuro. Por eso tiene que irlo haciendo.


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10 junio, 2016

El pacto de Podemos e Izquierda Unida, o cómo cambiar de orilla política - Nicolás García Pedrajas



Como era previsible desde hace unos meses, el matrimonio de conveniencia entre Podemos e Izquierda Unida se ha consumado, y ambas fuerzas concurrirán juntas a las elecciones. En las generales del 20D no hubo consumación debido a la negativa de Podemos, pero parece que unas encuestas no muy halagüeñas han convencido a Pablo Iglesias de la conveniencia del acuerdo. Aunque no haya sido ninguna sorpresa, resulta relevante la poca oposición interna a un pacto entre dos fuerzas que durante la pasada campaña electoral y hasta hace pocas semanas se atacaban con saña con gravísimas acusaciones. Deja muy en evidencia lo mucho de postureo e impostación que tiene la “nueva” política y lo poco de principios morales e ideológicos.


No hay que ser un experto en ciencias políticas para ver que en el pacto ha sido IU la que ha claudicado casi todos sus principios programáticos a cambio de una serie de posibles nuevos diputados. Diputados que casi en exclusiva dependen de que IU sea capaz de mejorar los resultados de Podemos en las pasados elecciones. Si el pacto no consiguiera mejorar los resultados que obtuvo Podemos solo en las elecciones del 20D, el número de diputados que tendría IU sería insignificante, habiendo dejado todo el coste del pacto en las espaldas de IU.

En IU, en general el pacto ha sido recibido con entusiasmo e “ilusión”, lo que demuestra hasta qué punto se ha perdido el discurso propio. Quitando una pequeña minoría heroica que denuncia el pacto desde principios ideológicos, el resto de voces críticas se han limitado a denunciar el escaso rédito en escaños que IU obtendrá en las próximas elecciones. Que haya sido una persona tan poco representativa de los postulados más ideológicos supuestos en IU, como Gaspar Llamazares, el que haya encabezado la crítica demuestra el nivel de abandono de cualquier idea de defensa de la clase trabajadora a cambio de la “transversalidad” y el ciudadanismo podemita.

El pacto se está vendiendo como la oportunidad histórica(1) de revertir el neoliberalismo(2) mediante un gobierno que se enfrente a Bruselas. Ante la evidente derrota del proyecto hermano de Podemos, Syriza, en ese intento de oponerse a Bruselas, se responde con un genérico “España no es Grecia”, como si esa afirmación evidente respondiera algo. La creencia casi religiosa en que una victoria en las urnas puede producir cambios profundos en el sistema capitalista responde bastante a la infantilización de la política que producen movimientos como el 15M y los partidos como Podemos e IU que se dicen sus herederos.

En esta visión, que ignora todo el entramado de poder que detenta el capitalismo, la misma toma del gobierno se transmuta de forma milagrosa en la toma de los resortes de poder. Es una visión que es indiferente al hecho de que tal cosa jamás haya ocurrido en la historia, y que los ejemplos de partidos que han prometido cambios sustanciales en las elecciones y no han podido llevar a cabo esos cambios, incluso cuando lo hayan pretendido, son abrumadores. Se ignora el armazón de entidades supranacionales, de organizaciones económicas y tratados internacionales que restringen la capacidad de maniobra de los gobiernos en las “democracias” burguesas. Y se ignora también la brutal capacidad de chantaje del capital internacional. Se habla de la auditoría o el impago de la deuda ignorando el poder de las entidades a las que se les debe ese dinero.

Durante muchas décadas del pasado siglo, la oposición a cualquier intento de cambios reales en el sistema capitalista solía tener la forma de golpe de estado(3). Desde hace algunos años, la globalización ha permitido al capital tener un poder que hace innecesario, en la mayoría de los casos, el uso de la fuerza militar. Como se ha demostrado en Grecia, y antes en Irlanda, Portugal o Italia, el capitalismo puede poner a un país de rodillas sin necesidad de disparar un solo tiro. Eso no significa que no se siga recurriendo a los viejos métodos violentos cuando el resto fallan. Cómo se va a enfrentar ese poder del capital con solo una victoria electoral es algo que todavía los gurús de la “confluencia” no nos han explicado.

En este aspecto resulta llamativo que los partidarios de Podemos en IU se muestren mucho más optimistas que su nuevo líder, Pablo Iglesias, que respondía así a una pregunta en una reciente entrevista en La Razón:

–¿Dónde está Podemos ideológicamente?

–Quizá por ser profesor de ciencia política soy enormemente pragmático. Cuando gobiernas tienes una serie de opciones y son enormemente limitadas, independientemente de tu ideología. Uno puede elegir hacer una reforma fiscal un poquito más redistributiva, aumentar un poquito el consumo, mejorar las condiciones de la gente. El elenco de políticas que puedes elegir es muy limitado. Por eso queremos gobernar con el PSOE, porque en un porcentaje muy amplio de su programa estamos de acuerdo.

La respuesta no deja lugar a muchas dudas. Lo que pretende Podemos, y ahora IU, es solamente un pequeño intento de mejora de las condiciones de la gente, dentro de un margen de maniobra muy estrecho. Más aún, lo que Pablo Iglesias no especifica, pero que queda muy claro dado el discurso de Podemos y el destinatario de su mensaje, es que para Podemos “la gente” es la clase media urbana, olvidando por supuesto al trabajador menos cualificado, segmento al que Podemos, y ahora IU, es totalmente ajeno. Ellos son “la generación mejor preparada de la historia” no “lúmpen, gentuza de clase más baja que la nuestra“.

En una versión realista de la política debemos conocer la correlación de fuerzas. Si solo aspiramos a derogar algunas de las leyes más reaccionarias aprobadas por el PP estamos perfectamente dentro de lo posible. Pero para ese viaje no hacían falta alforjas. Para eso hubiera sido suficiente con votar al PSOE y seguir con el baile de la yenka que viene practicando la social democracia desde hace décadas. Si se trata de sustituir al PSOE por un versión más moderna del propio PSOE pero con las mismas políticas no sé por qué IU no se integró en Podemos mucho antes.

Sin embargo, si aspiramos a un cambio más profundo debemos llevar nuestro análisis mucho más a la raíz del sistema económico actual. Cualquier cambio que trate de limitar, aunque muy tibiamente, los privilegios del capital en su explotación de la clase trabajadora tienen una respuesta brutal por parte de éste. Ni siquiera estamos hablando de la oposición a regímenes socialistas como durante los años de la guerra fría, sino de la oposición a cualquier gobierno que quiera realizar una agenda de reformas económicas que vaya más allá de la mera cosmética. Quizás el ejemplo más reciente de un gobierno que ha realizado cambios que han tratado de ser relevantes ha sido el chavismo en Venezuela. Creo que no es necesario enumerar todas las barbaridades que el capitalismo tanto dentro como fuera de Venezuela ha llevado a cabo para tratar de acabar con los sucesivos gobiernos de Hugo Chávez primero y Nicolás Maduro después. Desde el recurso del golpe de estado cuando los demás fallaron a una guerra comercial que Venezuela libra desde hace años. En esta guerra ni siquiera importa descender el precio del petróleo a mínimos históricos con tal de ahogar económicamente al enemigo.

Eso es a lo que se enfrentaría cualquier gobierno que de verdad planteara reformas profundas del sistema capitalista. Esa es una batalla casi imposible de ganar incluso con una país entero movilizado y en lucha. Pretender que una clase media adicta a las redes sociales y al “ciberactivismo”, a la que se le ha prometido la solución de todos los malos a cambio de su voto va a estar dispuesta a aceptar los sacrificios de una guerra contra los poderes que gobiernan realmente España es tan ridículo como imposible. Pretender que se puede mejorar de forma sustancial la situación de la clase trabajadora sin enfrentar al capitalismo es ser muy ignorante o muy inocente.

Es evidente que el pacto de IU con Podemos es mucho más que una simple reorientación de la estrategia para conseguir los mismos fines, es un cambio mismo de los principios, abrazando la social democracia y dejando los postulados socialistas y comunistas como meros referentes retóricos sin ningún valor práctico. Es el mismo camino que emprendió el PCI italiano y que condujo a su desaparición. Resulta sarcástico que a los que llevamos un año denunciando esta mutación de IU en Podemos se nos acuse de que estábamos equivocados al pronosticar justo lo que está pasando.

Porque, ¿qué es lo que está pasando? ¿En qué ha quedado el programa de IU? Para empezar IU deja fuera del acuerdo de mínimos con Podemos la República, el no a la OTAN y las nacionalizaciones, acepta presentar listas conjuntas en las que se encuentra un ex JEMAD(4), como Julio Rodríguez, y pacta con una partido en el cual uno de sus principales líderes, Pablo Echenique, es ex-militante de Ciudadanos y partidario de la invasión de Iraq. El documento tampoco habla de la posibilidad de negociar una quita de la deuda. ¿Qué queda entonces del programa ideológico de IU en el pacto con Podemos?

¿Qué futuro tiene una organización política que renuncia a todos sus principios para “ganar”? Este concepto de “ganar” que se está usando en IU por sus dirigentes para acallar cualquier voz crítica resulta muy interesante. Como todo en este modelo de “nueva” política es un concepto vacío más. Ganar unas elecciones para IU solo debería tener valor si va a suponer un cambio real de las condiciones de la clase trabajadora. Sin embargo, sobre qué va a significar esta victoria hemos oído muy poco. Solo algunas referencias a un programa económico de expansión del gasto público, muy en la línea social demócrata, que ignora cómo va a permitir la Unión Europea no cumplir unos objetivos de déficit que ya están muy por debajo del déficit real. Cuando Bruselas pide un recorte adicional del 8.000 millones y una posible multa de 2.000 solo para 2016, Podemos ofrece un aumento del gasto público de más de 90.000 millones en cuatro años. El cómo aún está por explicar,

Como ejemplo de qué queda del programa de IU en sus puntos principales tras el acuerdo bien vale esta figura:


Ante esta obsesión por ganar, las ideas y los principios se abandonan. Primero en el programa de “mínimos” se olvidan muchas de las reivindicaciones básicas de IU, como la república, la laicidad del estado o la oposición al imperialismo. Luego se va abandonando todo lo que la retórica ha ido creando y ahora no es necesario. Hace solo unos meses todo pasaba por acabar con el bipartidismo, el famoso PPSOE. Eso también ha desaparecido, Íñigo Errejón escribe en Tweeter: “Ofrecemos al PSOE un acuerdo para candidatura conjunta en el Senado. Tendemos la mano para que el PP no pueda bloquear un gobierno de cambio”, y nadie se avergüenza de ello. Iglesias por su parte insta al PSOE al elegir entre “facilitar un Gobierno del PP” o pactar con Podemos. El pacto con el PSOE ha sido considerado por Alberto Garzón como “lo más razonable del mundo” y ha afirmado que IU estaría de acuerdo en ir en coalición con el PSOE al senado. Todo esto sin el menor rubor, cuando él y sus principales apoyos han criticado en repetidas ocasiones el pacto del 2000 entre Almunia y Frutos que se produjo en exactamente los mismos términos, y con un PSOE menos derechizado que el actual. Quizás el PPSOE ha desaparecido, porque ahora que Podemos ofrece pactos al PSOE, deberíamos hablar del PPodemoSOE. Incluso el término bipartidismo ha desaparecido, lo que es lógico cuando a lo que se aspira es a compartir con el PSOE una de las dos patas de ese bipartidismo.

Parece que aquello de la teoría de las dos orillas también se ha olvidado, o alguien se ha cambiado de orilla sin que nos hayamos enterado. Otros mantras también son ahora arrinconados. Hasta hace unos meses las primarias eran el Bálsamo de Fierabrás de la política, en oposición a los acuerdos de “mesa camilla”. Sin embargo el pacto se ha cocinado entre un selecto grupo de personas que han decidido las condiciones del pacto y quiénes y en qué puestos van en las listas sin que los militantes hayan tenido noticia siquiera de qué criterios se han usado. De la misma forma la canción de las navidades pasadas, aquella de los “pactos desde abajo y no entre cúpulas” se ha guardado en el cajón. En el mismo cajón que se encuentra aquella Unidad Popular que constituía el futuro de la izquierda en España y la esperanza de “las clases populares” y que en esta salsa ni está ni se le espera. De las críticas lanzadas durante la campaña del 20D por parte de Alberto Garzón y Cayo Lara, entre otros, a Podemos por su falta de principios ideológicos ya no queda nada. De la misma forma que las críticas de Podemos a IU. En ambos casos eran solo teatro.

También ha sido un modelo de objetividad la pregunta que IU ha hecho a sus militantes:

Pregunta: En ese marco: ¿Estás de acuerdo con que Izquierda Unida concurra a esta segunda vuelta de las elecciones que se celebrará el 26J en alianza electoral con Podemos, Equo, los partidos de UP, las confluencias En Comú Podem en Cataluña, En Marea en Galicia y Compromís -PODEMOS- #ÉsElMoment en Valencia y otras fuerzas que apuestan por un cambio real en este momento histórico y que lo haga en las condiciones que se adjuntan?

Es evidente que una pregunta así no pretendía en ningún momento sesgar el voto hacia el sí o el no.

Ante la evidencia de la renuncia de IU a casi todo lo que le diferencia de Podemos, se plantea el tema de cómo hacer la campaña electoral. El caso de Podemos es simple, porque el contenido del pacto responde totalmente a su programa, el protagonismo de sus líderes en las listas es total y es evidente que para todos sus votantes la “adopción” de IU es solo un jugada de estrategia que no modifica en nada su política.

En IU hay más preocupación, sobre todo porque la mayoría de los puestos en las listas acordados, y por lo tanto el puesto de trabajo que garantizan, depende de que IU logre sumar a todos sus votantes a la coalición. Cualquier análisis debe contemplar la posibilidad de que una parte del electorado más ideologizado de IU no vote a una coalición que no es tal, sino Podemos + otros. Eso preocupa mucho en la cúpula de IU y el PCE. La apuesta ha sido abandonar cualquier principio ideológico a cambio de ganar, y para la mayoría de los nuevos, y algunos de los viejos, dirigentes de IU y el PCE ganar significa asegurarse un puesto de trabajo para los próximos cuatro años.

Una campaña de IU bajo el paraguas de Podemos tendría el posible efecto de desmovilizar a parte del electorado de IU. La solución, más original que moral, ha sido la de que la coalición tenga dos campañas y dos programas separados. Esta argucia soslaya cosas tan básicas como que la coalición tendría un único grupo y una sola voz en el parlamento, y por lo tanto no podrá defender a la vez dos programas políticos diferentes. ¿A qué programa estará votando un simpatizante de IU en la gran mayoría de circunscripciones electorales en las cuáles es muy difícil que ningún miembro de IU salga elegido? ¿En Almería, donde no hay posibilidad de un segundo escaño, qué programa defenderá el ex JEMAD y ex alto cargo de la OTAN Julio Rodríguez?

Hemos de recordar además que en el pacto alcanzado no se han propuesto mecanismos de control de lo acordado, dejando todo al libre albedrío de la parte que ocupa la abrumadora mayoría de escaños con posibilidades reales de salir elegidos, Podemos. Como muy bien señalaba Daniel Kaplún en un reciente artículo: “Esto forma parte de la idea de acuerdo “de usar y tirar” a la que aludía al comienzo, pero también (y sobre todo), al concepto organizativo de Podemos, de “máquina de guerra electoral”, basada casi exclusivamente en la presencia mediática, y del que las bases organizadas han quedado prácticamente relegadas a un mero decorado”.

En este mismo artículo se citaban algunas de las renuncias más flagrantes de IU en su pacto con Podemos, tales como:
La derogación de los artículos 315.3 y 558 del código penal (tendentes a criminalizar el derecho de huelga y la acción sindical). 
La restitución de los 45 días de indemnización por despido improcedente. 
La creación de un parque de vivienda pública para su puesta a disposición en régimen de alquiler social. 
La recuperación e incremento del carácter progresivo, justo y suficiente de la fiscalidad. 
La supresión de las SICAV. 
La supresión de la asignatura de religión del currículum escolar. 
La supresión de la financiación pública de la Iglesia y la exigencia del pago de impuestos por sus propiedades, ingresos y capitales. 
La nacionalización de sectores productivos estratégicos. 
La conformación federal del Estado.
Es evidente que el objetivo final de Podemos es la desintegración de IU. Por un lado mediante la absorción de los miembros que le son más cercanos y por otro mediante la destrucción de su discurso ideológico hasta vaciarlo de contenido, eliminando así su razón de ser. Nunca se ha planteado Podemos otra cosa, y aquellos dirigentes de IU que están colaborando con esta estrategia la conocen perfectamente.

Dentro de este objetivo, una vez cerrado el pacto, Podemos está haciendo todo lo posible por humillar los referentes ideológicos de IU para aumentar la sensación de que Podemos hace un favor a IU. Así tenemos las referencias a la “generosidad” que ha tenido Podemos con IU a las que ha aludido Pablo Iglesias. O situar a Julio Rodríguez y Manuel Monereo como cabezas de lista en Almería y Córdoba, precisamente en Andalucía, donde IU conserva su mayor base electoral, y a sabiendas de que serían recibidos con mucho rechazo. Es una forma de demostrar públicamente quién es el “macho alfa” de la coalición. De la misma manera Echenique afirma que “el comunismo es algo viejo que no funcionó”, o insulta a la que hasta hace poco era una de las referencias de IU, como es Venezuela, comparando a Nicolás Maduro con Rajoy. Es probable que esta forma de demostrar una y otra vez “que la coalición es mía” continúe durante la campaña.

Es evidente que lo expuesto aquí no es ningún arcano que solo los sabios conocen. Los dirigentes de Podemos, como hemos visto en el caso de Pablo Iglesias, tienen muy claro el límite de las políticas que llevarían a cabo en caso de poder formar parte de un gobierno. De hecho, su mayor preocupación es conseguir que los fuegos de artificio de la propaganda consigan ocultar lo poco que hay de cambio real en sus políticas, como está siendo el caso de Colau, Kichi o Carmena.

Para los dirigentes de IU la razón es diferente, pero tampoco los deja en mejor lugar. Por un lado, a pesar de golpes de pecho comunistas y referencias retóricas a las luchas obreras para consumo interno, es evidente que la procedencia de las personas que están liderando de facto a IU desde hace meses nada tiene que ver con la clase obrera y mucho menos con la lucha contra el capitalismo. La gran mayoría de ellos son de procedencia de clase media acomodada, lo que se suele llamar de élite trabajadora, todos ellos con estudios universitarios y que comparten referencias ideológicas muchos más cercanas a los ambientes hipster que a Marcelino Camacho o Dolores Ibárruri.


La mayoría de ellos, pese a su juventud, llevan ya muchos años viviendo de la política, y de ella han hecho su profesión. La irrupción de Podemos ha sido para ellos como el advenimiento del mesías. El cambio en sus posibilidades personales de ascenso social es brutal. Pasar de ser los líderes de una fuerza minoritaria a poder participar en algo que aspira a gobernar bien vale una misa, un general de la OTAN, abandonar Venezuela a su suerte o lo que sea. Como puntualizaba Iñaki Anasagasti en un artículo reciente: “Pues a pesar de las carantoñas, los abrazos, las ridiculeces y cursilerías de la Puerta del Sol, solo coyuntura, nada más que coyuntura y en el caso de Garzón, mucha ambición personal.


En esta coyuntura de ambiciones personales, una cúpula del PCE ajena a cualquier lucha desde hace años y cuyo único objetivo es mantener el cargo ha visto la posibilidad de su vida. Han aceptado cualquier renuncia a cambio de algunas migajas del pastel. Una militancia poco formada, podemizada en su mayoría y que también procede mayoritariamente de la “clase media” alternativa y oenegera y no de la clase trabajadora, ha hecho el resto.

A pesar de que existe una minoría de militantes que están tratando de resistir de forma numantina a la podemización de IU, los cambios operados en los últimos meses no tienen vuelta atrás. Lo que está ocurriendo en IU es el colofón de lo que empezó en el PCE hace décadas y ha ocurrido en la gran mayoría de partidos socialistas y comunistas en los últimos 50 años en Europa. Ninguno de ellos retomó una propuesta ideológica después de abandonarla, e IU no será una excepción. Parafraseando a Cicerón: “Los partidos que olvidan su historia están condenados a repetirla”.

Este es probablemente mi último artículo sobre Izquierda Unida. Creo que el pacto con Podemos cierra el círculo y convierte a IU en una fuerza política sin nada que aportar. Conozco a un puñado de militantes de buena fe que siguen trabajando en IU a pesar del irrespirable ambiente que tienen que sufrir. En la actualidad la vida interna de IU se ha convertido en un culto al líder en el cual cualquier posición crítica es anatemizada. Me gustaría que comprendieran que la IU en la que creen ha dejado ya de existir y no se abrazaran a su yerto cadáver, sino que invirtieran su enorme capacidad de trabajo y compromiso en algún lugar que mereciera más la pena. Pero supongo que no debe ser fácil aceptar que la organización a la que has dedicado años de trabajo yo no existe. Yo al menos me bajo. No creo además que vaya a haber muchos que me echen de menos…

Salud y república

“El oportunista no traiciona a su partido, no le es desleal, no se retira de él. Sigue sirviéndolo, sincera y celosamente. Pero su rasgo típico y característico es que cede al estado de ánimo del momento, es su incapacidad de oponerse a lo que está en boga, es su miopía y abulia políticas. Oportunismo significa sacrificar los intereses prolongados y esenciales del Partido en aras de sus intereses momentáneos, transitorios y secundarios”, Vladimir Ilyich Ulyanov, Lenin

(1)  En los últimos meses ha habido tantos momentos históricos y nos hemos jugado tantas veces el futuro que ya he perdido la cuenta.

(2) El término capitalismo cada vez se escucha menos en IU, y se sustituye por neoliberalismo, austericidio, u otros términos que permiten un discurso menos ideológico y que a la vez evitan la necesaria denuncia del capitalismo.

(3)  América Latina y África, e incluso Europa, sufrieron numerosos golpes de estado ante cualquier intento de los gobiernos de limitar la brutalidad del capitalismo.

(4)  El Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) es el órgano unipersonal de las Fuerzas Armadas de España y ostenta la representación institucional de las Fuerzas Armadas.